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A propósito del mes del orgullo LGBTQ+

Por supuesto que las empresas no son inmunes a movimientos sociales, como el de la comunidad LGBTQ+. Cada vez  son más las que se suman a las iniciativas de inclusión de miembros de esta comunidad, por ejemplo, en la marcha del orgullo se pueden ver contingentes corporativos que participan abiertamente en este movimiento. 

 

La pregunta no es si esto está bien o mal o si es solamente una estrategia “publicitaria” o de posicionamiento que se reduce a realizar uno o dos eventos durante el mes, vestir las oficinas con los colores y las banderas del orgullo, realizar cursos, conferencias y seminarios relacionados con el tema, etc. 

 

Mucho se habla del fenómeno “rainbow washing”, mediante el cual las empresas realizan, aparentemente, una serie de acciones y actividades para demostrar que sí son incluyentes y respetuosas, pero solamente lo hacen “de dientes pa’fuera” cuando en realidad no tienen una estrategia de DEI (Diversidad, Equidad e Inclusión).

 

Y la verdad es que no necesitarían tenerla, si las cosas fueran diferentes. Si la humanidad no hubiera creado un entorno en el que se señalan como “no naturales” algunas diferencias intrínsecas a la biología de los seres humanos que son completamente naturales, como atinadamente señala Yuval Noah Harari en Sapiens: “De hecho, a la Madre Naturaleza no le importa que los hombres (refiriéndose al sexo masculino) se atraigan sexualmente... una buena regla general es “la biología permite, la cultura prohíbe"... desde una perspectiva biológica, nada es antinatural. Todo lo que es posible es, por definición, también natural”.

 

El punto es que hoy, la comunidad LGBTQ+ tiene que defenderse –al igual que otros segmentos vulnerables de la población– de una clara discriminación e inequidad. Y no vamos a meternos en los porqués, al menos no ahora. 

 

Desde la perspectiva de la consultoría, en procesos que involucran al talento humano, es interesante considerar el papel que juega el liderazgo en las organizaciones, más allá de las estrategias que se desarrollan. 

 

¿Qué hace un “buen liderazgo”? Podríamos enumerar una gran cantidad de atributos: capacidad, empatía, escucha, comunicación, inteligencia, conocimiento, experiencia, etc., etc., etc. 

 

Desde nuestra perspectiva, un buen liderazgo es aquel capaz de reconocer las capacidades, fortalezas y debilidades de los miembros de su equipo y les ayuda a sacar lo mejor de sí mismos para el logro de los objetivos. Es quien reconoce al ser humano en cada una de las personas que trabajan en el equipo, que tiene características únicas, diferentes y valiosas para contribuir de manera eficiente al logro de los objetivos del equipo. 

 

¿Y si esa persona es hombre, mujer o alguien que se identifica como no-binario, o es un hombre al que le atraen los hombres, o una mujer a la que le atraen los hombres y las mujeres, o una persona que no siente atracción sexual? ¿Eso lo hace menos capaz, menos eficiente o menos colaborativo? 

 

¡Por supuesto que no! Al contrario. Seguramente es una persona que puede aportar diferentes puntos de vista, con experiencia personal y profesional valiosa, que tiene capacidades y conocimientos profundos. El papel del liderazgo debe ser identificar esos atributos, a fin de asignar los roles que facilitarán el desarrollo, crecimiento y satisfacción y la aportación al logro de los objetivos colectivos. 

 

Quienes ejercen posiciones de liderazgo en las organizaciones son una pieza fundamental en la transición a una sociedad más incluyente en la que quepan todas las personas. Se requiere el desarrollo de habilidades duraderas que favorezcan la comprensión de estos fenómenos,  reconocer el valor de la diversidad y apoyar a las personas de la comunidad LGBTQ+. 

 

En un mundo utópico, si comprendiéramos esto, no tendríamos necesidad de celebrar “el mes del orgullo”. 

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